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Escribir por encargo, toda una experiencia.

Contar una historia en 240 palabras es un reto. Especialmente para alguien como yo, que comenzó su carrera con un libro para primaria de ciento noventa páginas y que solía considerar el grosor de una novela (mientras más gruesa, mejor, por supuesto) como un punto a favor a la hora de elegir opciones en la librería.


Hasta el día de hoy, he escrito ocho historias por encargo (algunas de más de 240 palabras (thank you, Jesus); tres de ellas para una editorial inglesa y las demás para compañías estadounidenses. Y déjenme decirles que los límites no terminan allí.


A veces, hay listas de temas que no se deben tocar como los cumpleaños, las brujas o hasta los animales salvajes. A veces, hay que incluir una estructura gramatical cierto número de veces en el texto. A veces, hay que considerar el número de palabras por frase y hasta el número de sílabas de cada palabra para que el texto tenga la dificultad adecuada para un grado escolar o la preestablecida por algún programa de enseñanza de lectura, ya sea en inglés o en español.


[Para más información, dejo un link a las medidas lexile].


También hay que tomar en cuenta las diferencias culturales y ser políticamente correctos. Por ejemplo, yo no sabía que en Medio Oriente las mascotas no deben aparecer subidas a la cama. Y tuve que incluir personajes de diversos grupos étnicos para hacer textos inclusivos (lo cual me parece muy bien).


Todo esto, sin olvidar que el texto debe ser atractivo para los niños, esperando que quieran volver a él en repetidas ocasiones.


¿Acaso es una queja? Para nada, por el contrario. Agradezco las oportunidades que he tenido y el haber conocido editores mexicanos, ingleses, puertorriqueños, españoles, y demás. Todos lindas personas, de todos he aprendido.


Me gusta superar el reto de inventar un misterio que esté relacionado con el ciclo de vida de los animales o aprender acerca de fenómenos naturales como las tormentas de arena en el Sahara o compartir tradiciones y folclore de México. ¿Que a veces se pierde un poco el ritmo? Sí. ¿Que cortan diálogos porque no cabe en el formato preestablecido? También. Pero todo es parte del proceso. A veces somos como malabaristas, lanzando todos estos elementos al aire, esperando que todo funcione al final.


En mi experiencia hay que hacer una investigación previa para realizar un texto por encargo en una publicación educativa. No sólo hay que encontrar información, sino también de imágenes para que los ilustradores puedan hacer su trabajo de la mejor manera: ¿cómo era la ropa de los aztecas? ¿cómo son las garrafas en las que se elaboran los helados artesanales?.


Gracias a estos trabajos, me di cuenta de que me gusta también hacer textos informativos. Y en mi mente están dando vuelta nuevos proyectos.


Por lo pronto, estoy esperando dos ejemplares que pertenecen a la misma colección de El Maíz, un cuento de México, los cuales serán distribuidos en los Estados Unidos. Y también que salgan en internet las dos historias de misterio para niños de segundo grado que publicará Curriculum Associates en nuestro vecino del norte.


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